lunes, 3 de septiembre de 2012

AGUA BENDITA, BENDITA AGUA





Al llegar a Braga lo primero que hay que hacer es visitar la Fonte do Ídolo, o al menos eso escribe José Saramago en su “Viaje a Portugal”. Yo no pude hacerlo porque mi llegada a la joya del barroco coincidió con ese día universal de los museos cerrados que es el lunes, así que tuve que esperar hasta el día siguiente; aún así, mereció la pena, y eso que ya había visto imágenes del lugar.

La Fonte do Ídolo, es un santuario rupestre romano datado hacia el siglo I-II a.C; se denomina así porque conserva aún gran parte de una figura togada esculpida en la roca, no se reconoce si varón o hembra, que parece portar en sus brazos una cornucopia, símbolo de la fertilidad. En el lado izquierdo una edícula enmarca un busto parcialmente deteriorado. El monumento fue dedicado por un emigrante procedente de Arcóbriga, ciudad lusitana aún no localizada, un tal Celico Fronto, a un dios, y vuelvo a citar al nobel portugués, de nombre polinesio:“TONGONABIAEGOI”. Ríos de tinta se han vertido sobre la interpretación de las figuras, especialmente sobre si la figura es el dios y el busto el dedicante o viceversa, pero recientes excavaciones han demostrado que el complejo estaba formado por algo más que unas esculturas en piedra, probablemente un muro de piedra, y un techado con una piscina.

El sitio es espectacular aunque sólo sea por el hecho de entrar en una cámara baja y observar al fondo la roca saliente tamizada levemente por una luz adecuada para el momento pero no para la fotografía. En las cercanías del monumento se encontró también un ara votiva dedicada a la diosa Nabia,  Diosa galaico-lusitana ligada a las aguas y las fuentes, que se conserva en el impresionante Museo Diogo de Sousa de la ciudad. Pero si notable la visita, mayor fue la espectacular recreación infográfica que el museo realiza del monumento reconstruyéndolo a partir de los datos arqueológicos. La visión del santuario vivo con su piscina, sus inscripciones y sus gentes deambulando y orando ante él es una muestra más de lo que la informática ha revolucionado en la visión arqueológica, permitiendo que ya sean pocos los que afirmen ante los restos arqueológicos aquello de “ si tu lo dices, será”, es decir, un acto de fe.



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Pero en mi recorrido por tierras gallegas y del norte de Portugal aún me estarían esperando más sorpresas sobre ese elemento básico de nuestra existencia que es el agua. En Allariz (Orense) se encuentra el conjunto arqueológico de Armeá, ligado tanto a un castro como al santuario de esa tan enigmática Santa Marina, en este caso bajo la advocación de “de las Aguas Santas”, siempre presente en lugares de devoción acuática. La leyenda de su martirio cuenta que al no hacer caso a los requiebros de cierto centurión fue torturada y finalmente decapitada rebotando su cabeza tres veces dando lugar a tres fuentes.

Paseando por la lograda ruta arqueológica, entre fraguas de carballos y helechos, uno se topa, en un claro, con la iglesia de la Asunción , levantada por los templarios a finales del siglo XII e inacabada debido a los problemas que conllevaron la desaparición de esta orden. Lo curioso de esta iglesia perdida en medio del bosque, como el imaginario de Fernández Flórez, es su cripta. Bajando por unas escaleras estrechas y portando una necesaria linterna, o esperando a que los ojos se acostumbren a la oscuridad, nos encontramos con una cripta cerrada con bóveda de piedra y numerosos pilares y columnas decoradas en el suelo; no obstante, lo más sorprendente es la losa monumental que da acceso al ábside donde se guardarían las reliquias; una losa con estrecho arco de entrada que no es otra cosa que una pedra fermosa, el acceso a la cámara de una sauna construida por los habitantes del antiguo castro prerromano; una construcción que aprovecharon los templarios para levantar la cripta y que se puede también encontrar en otros castros galaicos-lusitanos como Briteiros, Sanfins, etc…

Agua bendita, bendita agua. Tales de Mileto se encargó de explicarnos porque el líquido elemento es la sustancia universal primaria: la tierra descansa sobre el agua, la humedad es la nutrición de todos los elementos vivos. El agua está con nosotros desde el principio de los tiempos, desde nuestra genética cavernícola, como el fuego.

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