domingo, 27 de julio de 2014

ÓSIP Y DON MIGUEL





Bien conocido es el enfrentamiento dialéctico que tuvo lugar el 12 de octubre de 1936 en el Paraninfo de la universidad de Salamanca entre el general Millán-Astray y el rector Don Miguel de Unamuno. 

Con motivo del "Día de la Raza" se procedió a un acto de exaltación patriótica por parte de las autoridades franquistas apenas cuatro meses después de iniciarse la Guerra Incivil. Un profesor de literatura lanzó un discurso elogioso hacia el fascismo y en el que tildaba de "cánceres" al País vasco y Cataluña. Esta soflama fue respondida por Millán-Astray y sus legionarios, con gritos de "España Una, Grande, Libre". Unamuno, vasco él, saltó al estrado y realizó un improvisado discurso crítico con la intervención anterior lo que provocó la ira del general que respondió con gritos de "Mueran los intelectuales" y "Viva la Muerte" (una de las consignas de la Legión Española). Entonces Unamuno continuó con la parte más conocida de su discurso:

"Acabo de oír el necrófilo e insensato grito "¡Viva la muerte!". Esto me suena lo mismo que "¡Muera la vida!". Y yo, que he pasado mi vida componiendo paradojas que excitaban la ira de algunos que no las comprendían he de deciros, como experto en la materia, que esta ridícula paradoja me parece repelente. Como ha sido proclamada en homenaje al último orador, entiendo que va dirigida a él, si bien de una forma excesiva y tortuosa, como testimonio de que él mismo es un símbolo de la muerte. El general Millán-Astray es un inválido. No es preciso que digamos esto con un tono más bajo. Es un inválido de guerra. También lo fue Cervantes. Pero los extremos no sirven como norma. Desgraciadamente en España hay actualmente demasiados mutilados. Y, si Dios no nos ayuda, pronto habrá muchísimos más. Me atormenta el pensar que el general Millán-Astray pudiera dictar las normas de la psicología de las masas. Un mutilado que carezca de la grandeza espiritual de Cervantes, que era un hombre, no un superhombre, viril y completo a pesar de sus mutilaciones, un inválido, como he dicho, que no tenga esta superioridad de espíritu es de esperar que encuentre un terrible alivio viendo cómo se multiplican los mutilados a su alrededor. El general Millán-Astray desea crear una España nueva, creación negativa sin duda, según su propia imagen. Y por eso quisiera una España mutilada (...)"

Y tras un intento del general de abalanzarse, pistola en mano, sobre el rector:

“(...) Éste es el templo de la inteligencia, y yo soy su sumo sacerdote! Vosotros estáis profanando su sagrado recinto. Yo siempre he sido, diga lo que diga el proverbio, un profeta en mi propio país. Venceréis, porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis, porque para convencer hay que persuadir. Y para persuadir necesitaréis algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil el pediros que penséis en España. He dicho.” 

A punto estuvo Don Miguel de ser linchado allí mismo, en el templo de la inteligencia. Moriría dos meses después apartado de su cargo y confinado en su domicilio.

La noticia del suceso se publicó en varios medios, entre ellos en la prensa soviética. En Voronezh, en la frontera de Rusia con Ucrania, el poeta Ósip Mandelstam, purgando su destierro por escribir un poema contra Stalin, quedó hondamente impresionado por aquella muestra de valor y compromiso ético de Don Miguel. Tanto que se puso a estudiar español y escribió, en ruso este poema perteneciente a su obra póstuma "Cuadernos de Vorozneh":

Cuando tiembla y palpita
el jilguero en el nido del aire,
el rencor sazona la toga
y hace relucir el birrete

Calumnian la percha y la tablilla
calumnia la jaula de cien barrotes
y todo en el mundo está al revés
y hay una frondosa Salamanca
para los pájaros sabios y obedientes


Diciembre 1936

(Traducción de Jesús García Gabaldón)


La lucha contra el autoritarismo no tiene fronteras. La amenaza a los derechos básicos de los seres humanos y a la esencia misma de la Libertad no es algo del pasado. Tomemos nota de los modelos éticos de los que nos precedieron en tiempos igualmente terribles.