lunes, 26 de diciembre de 2011

Churchill y el lechero


"La democracia es el sistema político en el cual, cuando alguien llama a la puerta de calle a la seis de la mañana, se sabe que es el lechero."

Excepto, señor Churchill, si estamos en Madrid a las tres de la mañana de un viernes del mes de diciembre de 2011 y te paran, te piden la documentación y te registran dos probos funcionarios de paisano sin identificarse previamente.

lunes, 19 de diciembre de 2011

Nehru en la Terra Alta



Nehru con Margarita Nelken y Enrique Lister

He vuelto a la Terra Alta tarraconense por tercera vez. Confieso que, aparte de mis razones sentimentales, hay algo como de tiempo detenido que me atrae de ese lugar. Quizá sean los macizos de Pandols y Cavalls enfrentados en el horizonte o descollando en los días de niebla, quizá las catedrales del vino modernistas anquilosadas en su propia estructura de ballena disecada, quizá esa casa masónica de Pinell de Bray con su compás y escuadra cruzados en el frontispicio. Resulta siempre reconfortante la sensación de vacío, de cápsula delimitada por el viento y el frío; la extrañeza de tu propio oído de no escuchar nada, absolutamente nada. La inquietud que produce esa soledad en la que llegas a desear la presencia de una partida carlista tras culaquier roca.

Me encanta la Terra Alta y volveré de nuevo por ver si soy capaz de terminar la Ruta de la Paz que marca, un poco a la ligera todo hay que decirlo, los lugares en los que tuvo lugar ese Verdún nuestro llamado "Batalla del Ebro". Es una lástima que los distintos museos temáticos que jalonan la comarca vayan a ser cerrados por mor del ataque de las tijeras diestras, pero aún subsisten algunos sitios dignos de ver. Es el caso de "Las veus del front" (Las voces del frente), situado en Pinell de Brai (atención a su maravillosa cooperativa modernista) dedicado a la propaganda de ambos bandos en los meses de la batalla. El guía, Jaume, es un voluntarioso joven que se emociona con cada objeto y salpica las explicaciones con referencias a las experiencias de su propio pasado (su abuelo fue miembro de la "quinta del biberón"). Allí descubrí esos panfleos que lanzaban los fascistas (Rojos, ¿qué tal las lentejas? Hoy hemos comido paella y ha sobrado) y los republicanos (Fascistas, mandádle la paella a vuestros padres si sabéis quiénes son), una curiosa reproducción de una trinchera de mando y un sinfin de parafernalia militar.
 Pero lo que más me interesó fue una fotografía del Pandit Nehru, líder del Congreso Nacional Indio en el frente. Yo ya sabía que había estado en Cataluña en 1937 como coordinador de un comité de ayuda alimenticia a los republicanos españoles, pero lo que ignoraba es que la joven que caminaba a su lado era, ni más ni menos, la malograda Indira Ghandi. ¿Quién duda ahora de la Teoría de los seis grados de separación?
Volveré a la Terra Alta sin duda, aunque no en mucho tiempo me temo. Todo está conectado en mí de una forma especial, La Batalla del Jarama, la Batalla del Ebro, Ciempozuelos, Gandesa...el amor, el dolor, la misma guerra.


lunes, 12 de diciembre de 2011

The Fish


Bueno, hoy me será permitido apartarme de la tónica histórica de mis anteriores páginas, espero. Aún así, son las personas las que también hacen la Historia. Una mañana fría y oscura en Irlanda ("gloomy" como dicen ellos, una palabra simpática para un sentimiento oscuro), me hallaba yo en una aula gélida rodeado de adolescentes enfundados en sus uniformes y abrigos de diversos tonos azules. Se trataba de una clase de poesía inglesa contemporánea y la profesora había elegido para aquella ocasión una poeta norteamericana, Elizabeth Bishop, de la que desconocía todo. Pero...
Cuando la profesora empezó a leer con una extraordinaria voz sensual este poema, y las luces cambiantes de la tempestad que amenazaba el exterior ondulaban por ente los cristales; cuando fui desgranando cada verso y descubriendo lo que los alumnos y alumnas eran incapaces de ver, fue entonces cuando se encendió un hogar bajo la pizarra y yo mismo balanceándome en aquella silla cóncava que mis padres tenían en la casa de La Cañada; yo mismo, pequeño, débil, acurrucándome buscando el calor y temiendo las sombras. Ése era mi pez...

THE FISH 

















I caught a tremendous fish
and held him beside the boat
half out of water, with my hook
fast in a corner of his mouth.
He didn't fight.
He hadn't fought at all.
He hung a grunting weight,
battered and venerable
and homely. Here and there
his brown skin hung in strips
like ancient wallpaper,
and its pattern of darker brown
was like wallpaper:
shapes like full-blown roses
stained and lost through age.
He was speckled and barnacles,
fine rosettes of lime,
and infested
with tiny white sea-lice,
and underneath two or three
rags of green weed hung down.
While his gills were breathing in
the terrible oxygen
--the frightening gills,
fresh and crisp with blood,
that can cut so badly--
I thought of the coarse white flesh
packed in like feathers,
the big bones and the little bones,
the dramatic reds and blacks
of his shiny entrails,
and the pink swim-bladder
like a big peony.
I looked into his eyes
which were far larger than mine
but shallower, and yellowed,
the irises backed and packed
with tarnished tinfoil
seen through the lenses
of old scratched isinglass.
They shifted a little, but not
to return my stare.
--It was more like the tipping
of an object toward the light.
I admired his sullen face,
the mechanism of his jaw,
and then I saw
that from his lower lip
--if you could call it a lip
grim, wet, and weaponlike,
hung five old pieces of fish-line,
or four and a wire leader
with the swivel still attached,
with all their five big hooks
grown firmly in his mouth.
A green line, frayed at the end
where he broke it, two heavier lines,
and a fine black thread
still crimped from the strain and snap
when it broke and he got away.
Like medals with their ribbons
frayed and wavering,
a five-haired beard of wisdom
trailing from his aching jaw.
I stared and stared
and victory filled up
the little rented boat,
from the pool of bilge
where oil had spread a rainbow
around the rusted engine
to the bailer rusted orange,
the sun-cracked thwarts,
the oarlocks on their strings,
the gunnels--until everything
was rainbow, rainbow, rainbow!
And I let the fish go.