martes, 6 de marzo de 2012

Afroamericanos en la Guerra Civil (I)

 


En los últimos tiempos se cruzan con demasiada frecuencia historias sobre las Brigadas Internacionales. Recientemente hallé en la librería Enclave Literaria (Relatores, 16, Madrid), esta interesante versión española, a cargo de Dídac P. Larriaga, del libro de James Yates “De Misisipi a Madrid. Memorias de un afroamericano de la Brigada Lincoln”; libro que narra uno de los aspectos menos conocidos por el público acerca de la Guerra Civil: la presencia de cerca de un centenar de afroamericanos entre los brigadistas internacionales, la mitad de los cuales dejaron su vida en nuestra tierra en defensa de la Libertad.
Confieso que me interesó más el proceso de toma de conciencia de los combatientes negros que origina su marcha a España. Todos ellos procedían de los estados del sur donde las leyes de Jim Crow y los linchamientos eran frecuentes; donde la vida de un negro no valía nada y el más mínimo roce o protesta era causa de persecución y muerte por parte del Klan. Un mundo donde los negros carecían de derechos ciudadanos puesto que ni siquiera las autoridades se tomaban la molestia de registrar a los niños negros recién nacidos. No es de extrañar que uno de los primeros recuerdos de Yates sea el de cinco muchachos y cuatro chicas colgados de un puente. Las miserables condiciones de vida de los negros del sur, en una clara extensión de la esclavitud se extendía a las relaciones laborales y el mundo de la educación: Yates no recibe su primer sueldo en una fábrica en metálico, como todos los trabajadores blancos, sino en un vale canjeable en el economato de la empresa, donde los precios son más caros; acude a una escuela que en realidad son cuatro tablas junto al río, dónde reciben clases por turnos debido al poco espacio existente.
No es de extrañar pues que la obsesión de muchos de estos jóvenes fuera emigrar al norte; a las fábricas de Detroit o Chicago, a Nueva York. A mediados de los años 20 se produce la Gran Emigración: la marcha de cientos de miles de negros al norte, atraídos por la demanda de mano de obra tras el fin de la Primera Guerra Mundial. Pero la crisis del 29 afectará de nuevo a estos trabajadores que, como dice Yates, fueron “los últimos en ser contratados y los primeros en ser despedidos”. En paralelo a su marcha del sur se va desarrollando una conciencia política acerca de las condiciones de la población negra. Aunque en el sur había viejos luchadores, como el maestro de su escuela, un anciano que acudía tercamente al colegio electoral para ejercer un derecho inexistente en la práctica para los negros, y se escuchaban los ecos de las teorías panafricanistas de Marcus Garvey, es en el norte donde entra en contacto con el sindicalismo y la acción de masas. La mayoría de los combatientes africanos militaron de hecho en el Partido Comunista, apoyando las causas del dirigente comunista Angelo Herndon o los Scottsboro Boys.
Yates acude a Madrid a luchar contra el fascismo, el mismo fascismo que imperaba en el sur de los Estados Unidos. Tuvo que entrar por Francia, como tantos otros, cruzando clandestinamente los Pirineos, puesto que el gobierno de Roosevelt prohibía la implicación de sus ciudadanos en el conflicto. Reflejó su historia en un libro publicado en los ochenta y que prácticamente vendía en la calle.  Padeció la muerte de varios compañeros, conoció a Hemingway y describió las terribles condiciones de los refugiados que huían de los bombardeos o de los miles de madrileños hacinados en el metro. Herido, regresó a EEUU, pero volvió a España en 1971, tras recuperar el pasaporte que el gobierno había retirado a los combatientes en la Guerra Civil, y en 1986, en el quincuagésimo aniversario de la guerra.
Pero James Yeats no fue el único en recoger sus experiencias en España; otros afroamericanos también lo hicieron:. Langston Hughes (Escritos sobre España), Ray Durem (Take no prisoners) y Harry Haywood (The black bolshevik).

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