Cuenta Emilo Gavilanes en su maravilloso libro “El Río” (La Discreta 2005) los preparativos del atentado de 1906 contra Alfonso XIII y Victoria de Battenberg. Al parecer, el barrendero de la calle Mayor se sorprendía todas las mañanas con el hallazgo de un montón de naranjas espachurradas sobre la calzada a la altura del número 88. La explicación estaba en la forma que tenía el anarquista Mateo Morral (cuyo cadáver se exhibe en la foto) de ejercitar su brazo antes de la recepción de la bomba.
Mateo Morral, hijo de comerciantes catalanes, políglota, anarquista, abandonó la empresa de su padre para emplearse como Bibliotecario en la Cooperativa Anarquista de Francisco Ferrer Guardia. Tras el atentado, fue localizado en Torrejón de Ardoz donde, tras asesinar a un guardia, se disparó en el pecho.
Dicen que cuando le registraron, hallaron en uno de sus bolsillos....una naranja.
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