jueves, 27 de marzo de 2014

ADAM SMITH EN HOLLYWOOD





Dallas buyers Club narra la historia real de Ron Woodroof un vaquero americano, electricista de profesión, heterosexual y machista, que fue diagnosticado de SIDA en 1986. La película narra su lucha contra la agencia estatal de medicamentos y las farmacéuticas para conseguir el acceso de los enfermos a medicamentos no permitidos en EEUU y que supuestamente combatían con éxito la enfermedad.

Estamos, por tanto, ante una nueva visión del héroe popular salido de los sectores proletarios y que vence a las grandes corporaciones en beneficio de los ciudadanos indefensos. Algo así vimos también en Erin Brockovich, donde una administrativa en un bufete de abogados consigue demandar a una gran empresa que llevaba años contaminando los acuíferos de una comunidad y matando de cáncer a sus habitantes.

Y sin embargo…

El mensaje que subyace en ambas películas no es tan solidario. En Erin Brockovich, la nueva Robin Hood defiende a los afectados en su demanda con el objetivo de conseguir una sustanciosa compensación económica. Al final la empresa reconoce el mal pero arregla el asunto soltando unos millones a cargo del presupuesto. Nadie piensa en cerrar la fábrica ni en enjuiciar a los responsables de un gravísimo delito contra la salud. Dinero y todos contentos.

Ron Woodroof no lucha en la película por defender el acceso de los enfermos a medicamentos prohibidos en EEUU y a precios asequibles. No, el lucha porque no le quiten su negocio. Porque él cobra 400 dólares a los miembros de su club; es decir, se aprovecha de unos enfermos que padecen la misma dolencia que él. Hay una escena en la que un pobre chaval le ofrece todo su capital, cincuenta dólares, y el “bueno” de Ron le despide con cajas destempladas. Estamos, por tanto, ante un ejemplo del modelo generado y valorado por el capitalismo: el emprendedor que busca la oportunidad de su beneficio individual incluso en el infierno.

Cuando explico a mis alumnos la doctrina de Adam Smith y les hago ver que la finalidad del sistema capitalista es conseguir un beneficio individual ilimitado, ellos se sorprenden. No deberían. Está en la esencia misma del tinglado. Hollywood retoma la vieja idea del filósofo escocés de “la mano invisible”. Esto es, el capitalista busca su lucro personal pero, indirectamente, beneficia a la sociedad a través de los impuestos o de la creación de empleo. Esta falacia, fácilmente comprobable en nuestra crisis actual donde las grandes compañías tienen beneficios pero el paro aumenta junto con las desigualdades sociales, se traduce en imágenes envueltas en Oscars de la Academia. Ron se empeña. Como buen emprendedor, en lograr su fortuna e indirectamente, según la película, beneficia a los enfermos. Ya hemos visto que no, que al final, sólo el que tiene pasta tiene acceso a la cura.


La idea del beneficio individual ilimitado puede ser discutible en efecto pero, por favor, que no nos lo vendan como solidaridad.