Ahora que han transcurrido semanas desde la muerte del "Querido Líder", hijo del "Gran Líder" y padre del "Brillante Camarada" he vuelto a releer esta ácida novela gráfica de Guy Delisle, y han surgido de mi memoria una serie de anécdotas sobre la tiranía del régimen norcoreano
Mi amigo X. ejerció durante años de interprete de las delegaciones norcoreanas que acudían a la fiesta del PCE. Me cuenta que, en cierta ocasión, entraron en unos grandes almacenes y los delegados se quedaron fascinados ante una enorme pecera llena de mecheros de distintos colores:
-¿Cuántos puedes comprar?- preguntaron
-Los que quieras, siempre que tengas dinero.
-¿Los que quieras?
-Sí.
-¿Y de qué color?
Esos mismos delegados autores de este surrealista diálogo ofrecían viajes de estudios para alumnos y profesores, con todos los gastos pagados, a Corea del Norte, a cambio de que incluyeran la enseñanza de la la doctrina Juche en sus programaciones, "Me temo que eso no va a ser posible" contestó X.
Igual que cuando Delisle visita el panteón de Kim Il Sung y lee elogiosos artículos sobre su obra en periódicos occidentales desconocidos o anuncios publicitarios pagados, a precios astronómicos imagino, en grandes rotativos internacionales. Es tronchante el momento en que le regala a su traductor la novela "1984" y éste se la devuelve al cabo de unos días completamente asustado. Y triste, realmente triste, observar a los "voluntarios" limpiando hierbajos en una autopista vacía, o a gente subida en los ñarboles arrancados hojas y frutas. O la visita a la exhibición de Taekwondo a la que no se presentan los atletas porque, supone, se hallan cosechando arroz. Emotivo el momento en que comparte un picnic con su guía, su traductor y su chófer y ríen, cantan y se emborrachan como los seres humanos que son.
Aún recuerdo las declaraciones de un español que actúa de colaborador del régimen cuando le preguntaron acerca de la imposibilidad de acceder al país, "Bueno", decía, "el estado debe proteger al pueblo de las influencias culturales extranjeras". Y me pregunto quién es el Estado para hacer tal cosa; pero, en fín, sólo soy un humilde libertario. Me acuerdo de cuando en 1985 un equipo de la televisión japonesa entró en la estalinista Albania y entrevistó a un grupo de estudiantes universitarios, "No es cierto que el país no admita extranjeros, de hecho ustedes están aquí", decía una joven. Y años después en la RDA, cuando comenzaban las manifestaciones, una pareja de ancianos comentaba perpleja "¿Por qué protestan? ¡Aquí somos los dueños de las fábricas!"
Totalitarismos, todos iguales. Por eso en la manifestación del martes me sentí incómodo al verme rodeado de repente por banderas rojas (entre ellas las del PCEr)